Clint Eastwood es el vivo ejemplo de que los críticos de cine suelen ser más falsos que un euro con la cara de Popeye. Eastwood fue, no lo olvidemos, el mugriento cowboy de los spaguetti-westerns de Leone (cruficado con éste por los puristas del género) y Harry el Sucio (prototipo, decían las lenguas exquisitas, del cine fascista de explotación) antes de, oh, milagro, transmutarse por obra y gracia de la ultravalorada "Sin perdón" en un genio de todo y lomo. Tras eso, de lo dicho, nada de nada, pequeña confusión y, ala, al altar de los genios en eso de hacer películas.
Y es que ahora resulta que Eastwood, uno de los peores actores que haya aparecido en la gran pantalla en los últimos treinta o cuarenta años, es el último paladín de lo clásico cuando de hacer cine se trata. Cosa cierta a condición de tomar el adjetivo como símil de cine carca, aburrido y más predecible que las respuestas de ZP en "Tengo una pregunta para usted". "El intercambio" continúa el soporífero repertorio de peliculas de cartón-piedra (por falsas e impostadas) de este ex-vaquero y ex-macarra jubilado endosándonos una trama de película de domingo por la tarde en Antena 3. Todo en "El intercambio" huele a producto prefabricado, sin margen alguno para la sorpresa, sin atisbo alguno de originalidad o brillantez. Un auténtico coñazo en el que, al menos, Eastwood nos hace el favor de no asomar el careto por la pantalla. Pero, cuidado, que el regalo se compensa de sobra dejando campar por sus respetos a la insufrible Angelina Jolie (en papel, encima, de madre-coraje), de profesión Lara Croft y ex-ninfómana, que compite con el carcamal que la dirige en estulticia interpretativa. Y, por si no fuera poco, el mutis de Eastwood tiene una terrorífica explicación, pues si el man no aparece es porque estaba ocupado en protagonizar su nuevo castigo a la audiencia, "El gran Torino", de inminente estreno.
Su crítica, como fácilmente se adivinará, aparecerá por este blog cuando las ranas canten zarzuela.