martes, 30 de octubre de 2012

LOOPER: VIAJES OLIGOFRÉNICOS EN EL TIEMPO



















Los viajes al pasado y sus inevitables paradojas lógicas han sido alimento de docenas de films. Entre ellos se cuentan algunos que serían fijos de plantilla en cualquier crónica del cine contemporáneo, desde "Retorno al futuro" a "Terminator". E idénticamente se adscriben al grupo bodrios del calibre de "El sonido del trueno". En definitiva, que viajar al pasado no es más garantía de acierto que contar hazañas bélicas o desengaños amorosos, así que el hecho de que "Looper" trate tales periplos temporales no es adelanto de lo que podemos topar. Sí lo es, sin embargo, la reacción de la crítica: una rendida alabanza debe poner en guardia al más pintado.


Como casi siempre, el pálpito resulta justificado. Las premisas argumentales de "Looper" son tan estúpidas que el bienintencionado espectador tenderá a pasarlas por alto esperando sean mera coartada de una buena historia. Y resulta que son lo "mejor" del film. Un futuro distópico que no sería más cutre si se hubiera hecho a propósito sirve de escenario a una historia de lerdez casi insuperable donde usted podrá encontrar supervillanos infantiles, maduritas en celo, gansters con retraso mental, armas de tecnología tan vanguardista como las escopetas de sal, a Bruce Willis haciendo de Chuck Norris, hornos de pan transformados en máquinas del tiempo, motos voladoras fabricadas en "Bricomanía"...¿Y, colofón, cómo soluciona el film las paradojas de viajar al pasado? Muy fácil: cuestionado sobre el particular, el amigo Willis dice que no hay que pensar en tal cosa, que da mucho dolor de cabeza. Y, ala, a la siguiente escena, que esto no se para hasta el final, por supuesto, una explosión de idiocia a la altura del resto.

"Looper" es un bobrio puesto en pie sin medios, talento ni inteligencia. Y, pese a ello, también es un canto a la esperanza. Porque, señora, si el niño le ha salido tonto, no desespere. Cómprele una cámara de vídeo, mándelo por esos mundos de Dios a filmar, remita el resultado al crítico de guardia y, a condición de ser lo suficientemente insufrible, puede usted toparse de la noche a la mañana con que tenía a un Orson Welles bajo su techo, potencial sujeto pasivo, por ello, de subvenciones a go go.