domingo, 29 de agosto de 2010

PREDATORS: DE "PRENA"


















Quien, in illo tempore, fue bendecido con el estreno de la magnífica "Predator" de John McTiernan habrá penado con creces aquel disfrute viendo como la franquicia se despeñaba, película tras película, hacia las profundas simas de la estulticia cinematográfica.

"Predators", estropicio perpetrado por un tal Nimród Antal y producido por el infame Robert Rodríguez (lo que, of course, supone sinónimo de cine descerebrado), marca, por ahora, el último hito de tal descenso a través de lo que no es una secuela, sino una burda copia del original de 1.987, del que, obviamente, dista unos cuantitos años luz de nada. Un guión que parece escrito por alumnos de Educación Especial, unos actores que no lo harían peor aunque se lo propusieran y unos discretísimos efectos especiales componen esta indigesta receta, sólo recomendable para estómagos que no distingan un Big Mac del pato a la naranja.

A la postre, en suma, los únicos "predators" de todo este montaje resultan ser los productores, que, terminado el visionado, habrán depredado, sin piedad, el tiempo y el dinero de los sufridos espectadores. Y como, por desgracia, las posibilidades de que una raza de belicosos alienígenas se los lleve de excursión a algún planeta remoto para jugar al paintball parecen ciertamente lejanas, prepárense, amigos, a sufrir nuevas y sucesivas entregas. Así que advertidos quedáis, terrícolas, los Depredadores volverán para hacer de la sala de proyección su reserva de caza. La presa: vuestra paciencia y vuestros cuartos.

miércoles, 4 de agosto de 2010

EL EQUIPO A: BODRIO SACRÍLEGO



















La industria del celuloide ha topado últimamente una rica mina en la vena nostálgica de quienes andan por los 30 o los 40 y se dan de bruces con remakes en la gran pantalla de sus series de cabecera cuando críos o adolescentes. "El equipo A" se suma a esa ola como el más execrable de sus exponentes. Porque la coña marinera que se gastaban Hanníbal Smith y compañía para deleite de quienes seguíamos sus andanzas allá por los 80 se transforma aquí en infame y patético remedo sin otro nexo de unión con la serie televisiva que el nombre del engendro y sus protagonistas. La cosa, con todo, se va sobrellevando (con creciente, eso sí, desilusión) hasta el momento en que el artífice del despropósito pretende dar gravedad y profundidad a los personajes. A partir de ahí, la experiencia degenera en cabreo, primero, y sopor, después. Actores horrendos, un guión más idiota que un chiste de Lepe y un Director aferrado a la idea de que la homonimia es suficiente para dar gato por liebre forman los ingredientes de este guiso mortalmente indigesto, que ojalá la justicia divina haga estrellarse en taquilla con estruendo similar al de la miríada de explosiones que, a falta de argumento mejor, nutren la mayoría del metraje de este subproducto, en mala hora nacido.