La industria del celuloide ha topado últimamente una rica mina en la vena nostálgica de quienes andan por los 30 o los 40 y se dan de bruces con remakes en la gran pantalla de sus series de cabecera cuando críos o adolescentes. "El equipo A" se suma a esa ola como el más execrable de sus exponentes. Porque la coña marinera que se gastaban Hanníbal Smith y compañía para deleite de quienes seguíamos sus andanzas allá por los 80 se transforma aquí en infame y patético remedo sin otro nexo de unión con la serie televisiva que el nombre del engendro y sus protagonistas. La cosa, con todo, se va sobrellevando (con creciente, eso sí, desilusión) hasta el momento en que el artífice del despropósito pretende dar gravedad y profundidad a los personajes. A partir de ahí, la experiencia degenera en cabreo, primero, y sopor, después. Actores horrendos, un guión más idiota que un chiste de Lepe y un Director aferrado a la idea de que la homonimia es suficiente para dar gato por liebre forman los ingredientes de este guiso mortalmente indigesto, que ojalá la justicia divina haga estrellarse en taquilla con estruendo similar al de la miríada de explosiones que, a falta de argumento mejor, nutren la mayoría del metraje de este subproducto, en mala hora nacido.
miércoles, 4 de agosto de 2010
EL EQUIPO A: BODRIO SACRÍLEGO
La industria del celuloide ha topado últimamente una rica mina en la vena nostálgica de quienes andan por los 30 o los 40 y se dan de bruces con remakes en la gran pantalla de sus series de cabecera cuando críos o adolescentes. "El equipo A" se suma a esa ola como el más execrable de sus exponentes. Porque la coña marinera que se gastaban Hanníbal Smith y compañía para deleite de quienes seguíamos sus andanzas allá por los 80 se transforma aquí en infame y patético remedo sin otro nexo de unión con la serie televisiva que el nombre del engendro y sus protagonistas. La cosa, con todo, se va sobrellevando (con creciente, eso sí, desilusión) hasta el momento en que el artífice del despropósito pretende dar gravedad y profundidad a los personajes. A partir de ahí, la experiencia degenera en cabreo, primero, y sopor, después. Actores horrendos, un guión más idiota que un chiste de Lepe y un Director aferrado a la idea de que la homonimia es suficiente para dar gato por liebre forman los ingredientes de este guiso mortalmente indigesto, que ojalá la justicia divina haga estrellarse en taquilla con estruendo similar al de la miríada de explosiones que, a falta de argumento mejor, nutren la mayoría del metraje de este subproducto, en mala hora nacido.