No parece probable que quien acuda a una sala de proyección para visionar "John Carter" aguarde una sesuda y profunda historia sobre los misterios insondables de la existencia. La promesa lo es de un buen espectáculo visual convenientemente envuelto en una historia que no insulte la inteligencia. Pues resulta que no. Por descontado que "John Carter" no es lo primero, pero tampoco lo segundo. La secuencia de imágenes que la conforma es la traslación a la pantalla de uno de esos comics cutres de cinco duros no recomendados a mayores de doce años. Y la espectacularidad, la justita para el presupuesto invertido. Total, que el respetable pedirá pronto la hora, constatado que la cosa ha salido rana.
Y esta es la historia de "John Carter", cuyo apellido lo emparenta con el ex-presidente americano Jimmy Carter, generalizadamente reputado como el peor del siglo XX en aquel país. Dos pifias, pues, hermanadas por el mismo apellido. Confiemos en que, al menos, el John no se presente a la reelección.
Y esta es la historia de "John Carter", cuyo apellido lo emparenta con el ex-presidente americano Jimmy Carter, generalizadamente reputado como el peor del siglo XX en aquel país. Dos pifias, pues, hermanadas por el mismo apellido. Confiemos en que, al menos, el John no se presente a la reelección.