En un mundo postapocalíptico 100% madmaxiano (desierto, bandas de motoristas salvajes, ni gota de agua, canibalismo...humm...no, esto es de "The road"), un tipo camina hacia el oeste sin otra compañía que un misterioso libro que, sorpresa, resulta ser el único ejemplar de La Biblia que parece haber sobrevivido a la furia de quiénes salvaron el pellejo en una guerra nuclear de la que culparon al texto sagrado. Y ahí entra el malo de la película, que ve en las probadas dotes de captación de voluntades del librillo su oportunidade de poner en marcha el consabido plan de dominación del mundo. Comienza así la inevitable pugna tuyo/mío.
No me negarán ustedes, amigos, que hasta ahora la cosa suena hasta interesante, pero, ay, a los guionistas debió parecerles que no lo bastante y ahí la hemos pifiado. Porque para añadir salsa al asunto no tuvieron mejor idea que hacer del protagonista un superkarateka que elimina enemigos como quién mata chinches mientras se mantiene más recto que el palo de una escoba. Y que encima (ahí queda eso) es ciego. O sea, Daredevil. Añadan ustedes a una discípula jamona, platónicamente enamorada del prota, y el extravío se consuma en forma del sinnúmero de escenas que ya hemos visto cien veces resolverse de la misma manera en otras tantas películas.
"El libro..." resulta ser, a la postre, una versión muy rebajada de la magnífica "The road", lo que no significa que uno deba echar pestes de un film rodado con medios y bastante oficio, pero sin otro propósito que agradar al personal del modo más fácil y que carga con el tremendo lastre de la nula credibilidad de su personaje central, un ciego que, obvio es, por mucho que reparta leña, no termina (como el espectador) de verlo claro.