miércoles, 29 de diciembre de 2010

NEDS: QUINQUIS MADE IN ENGLAND


















Quien ya atesore algo de memoria histórica (esta sí, de la buena) contará entre sus recuerdos a la avalancha de cine de "quinquis" que pobló las pantallas patrias allá por los años 80: "Perros callejeros", "Deprisa, deprisa" y demás ejemplos del subgénero lanzaron al estrellato a elementos tan ejemplares como el "Torete", el "Vaquilla" y otra fauna similar. Cine, obviamente, oportunista, hijo de desvelos y paranoias de difícil comprensión fuera de su concreto momento.

Pues bien, de un modo harto inexplicable, el amigo Peter Mullan decide liarse la manta a la cabeza y obsequiarnos con los desmanes de una banda de delincuentes juveniles de los 70...¡en el año 2.010!. Algo así como si a Eloy de la Iglesia (de seguir vivo) se le ocurriera lanzar el año que viene a la gran pantalla "Las nuevas aventuras del Torete". Claro que la cosa tiene su explicación, y es que ¿avidinan ustedes de quién se afirma discípulo Mr. Mullan? Pues, tachán, del ínclito Ken Loach, de profesión el "cine social" (es decir, arriba parias de la tierra y tal). Así que lo que toca es hacer escarnio de la british society, escarbando en sus alcantarillas. Con todo, la cosa se tiene bien en pie hasta la primera media hora, apuntando incluso propuestas sugerentes. Pero ahí se le acaba la paciencia al Dire y, de la mano de una surrealista caída del héroe en el lado oscuro de la fuerza, la cosa enfila hacia una especie de tour de force dirigido a epatar al sufrido espectador con un campeonato de sordidez entre escenas, muy adornadas algunas, eso sí, con planos de los que hacen a uno irse a cama muy contento de lo artista que es (desde un pressing catch con Jesucristo hasta un paseo entre leones o el prota convertido en un Eduardo Manostijeras pasado de rosca).

Nada de eso ha impedido, claro, que la cosa haya sido premiadísima en el Festival de cine de San Sebastián, que, no contento con honrarla como la mejor película, ha juzgado oportuno con otorgar al prota (que no cambia de cara durante todo el metraje) el premio al mejor actor (el tipo aun debe estar alucinando). Pero, of course, todo sea por la justicia social, chicos, que en el fondo estos angelitos son como son por culpa de miserables burgueses como nosotros. Ay, Mullan, quien pudiera tener tu cuenta corriente y dedicarse así a filmar profundo cine social, como haces tú...

lunes, 20 de diciembre de 2010

CANCIÓN TRISTE DE TROMPETA: BODRIO DE FRENOPÁTICO



















Al terminar la experiencia, difícilmente soportable, de visionar el engendro que hoy ocupa el blog, un espectador medianamente consciente topará sus pelos erizados como escarpias. Y ello por dos razones.

La primera es comprobar que la industria del cine español se halla encabezada por un enfermo mental. Y es que sólo una aguda psicopatología puede explicar que alguien encuentre gratificante rodar las imágenes que conforman este desvarío, que carece de algo discernible como guión y se circunscribe a recrearse en el sadismo más grotesco, en la estupidez más demencial y en la brutalidad más absurda. Todo ello generosamente sazonado, por si no bastara, con los tópicos que alimentan intelectualmente (por decir algo) a la "intelligentsia" del cine español: Franco, la Guerra Civil, la Iglesia y demás panoplia.

Pero la segunda razón para el espanto no es menor: el visionado de esta deposición muestra con total crudeza en qué se gastan los impuestos con que usted, ciudadano de a pié, da de comer al Estado. Pues esta aberración ha sido, sí, puesta en pie con los dineros regalados por el ICO, Ministerio del ramo y demás donantes de rigor.

Terminada la proyección resulta evidente que el Director de la "obra" se ha cagado (no otra forma hay de expresarlo) en el respetable durante casi dos horas, arrojándole a la cara el montón de basura que alimenta una psique podrida por una mezcla de impulsos psicópatas y complejos infantiles irresueltos. En lugar de una inmediata visita al psiquiatra, De la Iglesia ha preferido escupir a la cara de quien haya tenido al mala idea de pagar por ver este engendro. Por eso, si al terminar la proyección se siente usted dominado por el asco, la rabia y la verguenza, no se preocupe: es un sanísimo signo de que aun mantiene un razonable grado de cordura. La que puede perder si se para a pensar que el dinero de sus impuestos seguirá nutriendo a gente como "Alex".

martes, 7 de diciembre de 2010

THE WAY: MAL CAMINO



















Cuando, al comienzo de "The Way", Martin Sheen recibe la noticia de que su retoño ha palmado como si le hubiesen dicho que sube la comisión de su hipoteca, se disparan las alarmas. Lo que , a la postre, resultará plenamente justificado. Porque "The Way" es un producto fallido, donde todo hace aguas. Desde la nefasta interpretación de Martin Sheen hasta una banda sonora que no pega ni con cola, pasando por un guión que parece escrito en dos tardes y una dirección a la altura de aquél. El resultado de todo ello es una especie de híbrido entre "Friends" y "Un país en la mochila", un producto "light" que vive del pintoresco exotismo de que reviste sus escenarios. Más que dudoso, por ello, que el visionado del film anime a alguien a emprender otra ruta distinta de la que conduce a la salida del cine.

Pero un valor sí tiene "The Way". Su generosísimo riego de "ayudas" prueba una vez más la letalidad de la subvención para la inteligencia y la creatividad. Seguramente porque saber que uno va a salir bien del empeño, pase lo que pase en taquilla, induce un letargo mental que conduce a desenlaces como éste. "The Way", el camino, termina, por eso, por hacer honor a su nombre, generando en el espectador el irresistible deseo de valerse de la milenaria ruta para mandar a todos a paseo.