sábado, 27 de agosto de 2011

LA HERENCIA VALDEMAR II (LA SOMBRA PROHIBIDA): MÁS DIFÍCIL TODAVÍA



















La primera parte de "La herencia Valdemar" mudaba bruscamente de la comedia involuntaria que semejante bodrio constituía al más puro cine de terror en el postrero suspiro del film, es decir, cuando se anunciaba que habría segunda parte, anuncio que dejaba en mantillas a las peores profecías de Nostradamus.

Dicho y hecho. "La sombra prohibida" asomó hace ya algunos meses por la pantalla y mostró que, por difícil de creer que parezca, su antecesora era aun empeorable. Meritorio el trabajo de los actores de este engendro, a la altura de una obra de teatro escolar, pues se antoja ciertamente dificultoso rodarlo sin ser presa de un incontenible ataque de risa. Debe, con todo, hacerse salvedad del animatronic que encarna al Gran Cthulhu, en el que ha debido gastarse el 50% del presupuesto del film, y que merece sobradamente un visionado de los cinco minutos que ocupa la pantalla. Buen trabajo, informáticos.

Por lo demás, tenemos una nueva prueba de que el entusiasmo y los buenos propósitos no dan, por sí solos, para hacer cine. Si no se une una dosis mínima de talento y know how, salen cosas como ésta, que de sombra tiene mucho y de prohibida debiera tenerlo casi todo.

domingo, 21 de agosto de 2011

SUPER 8: CORTAR Y PEGAR


















Quien piense que lo de cortar y pegar es cosa exclusiva de la redacción de textos por ordenador tendrá ocasión de desengañarse sin más que asistir a un pase de "Super 8", producto de J.J. Abrahams (artífice de pestiños para TV como "Fringe" o "Lost"), cuyo principal rasgo es la carecencia de una sola idea original. Durante unas dos horas, el amigo Abrahams se limita a pasar por la licuadora Moulinex a ET, Cloverfield ("Monstruoso", por estas latitudes), Los Goonies y "Signals" y le sale esto, una nadería construida sobre el plagio de ideas ajenas. El chasco es más morrocotudo desde el momento en que el film había sido encumbrado por la crítica a la categoría de hallazgo cinematográfico del año. Pues va a ser que no. De hecho, lo mejor del metraje aparece en los títulos de crédito, cuando se nos muestra la peliculilla en super 8 (de ahí el título) que la chavalada protagonista se proponía filmar cuando se arma la de San Quintín, con lo que todo queda ya dicho.

Abrahams, vil oportunista a la caza de un taquillazo, pretende jugar con la nostalgia de quiénes cuando chavales disfrutaron de las películas que ahora plagia. Pero para esa haría falta un oficio del que este mercenario de lo audiovisual, patentemente, carece. Así que de "súper", nada. Resta el 8, número mínimo de veces en que el espectador renegará del engendro al abandonar la sala de proyección