Quien ya atesore algo de memoria histórica (esta sí, de la buena) contará entre sus recuerdos a la avalancha de cine de "quinquis" que pobló las pantallas patrias allá por los años 80: "Perros callejeros", "Deprisa, deprisa" y demás ejemplos del subgénero lanzaron al estrellato a elementos tan ejemplares como el "Torete", el "Vaquilla" y otra fauna similar. Cine, obviamente, oportunista, hijo de desvelos y paranoias de difícil comprensión fuera de su concreto momento.
Pues bien, de un modo harto inexplicable, el amigo Peter Mullan decide liarse la manta a la cabeza y obsequiarnos con los desmanes de una banda de delincuentes juveniles de los 70...¡en el año 2.010!. Algo así como si a Eloy de la Iglesia (de seguir vivo) se le ocurriera lanzar el año que viene a la gran pantalla "Las nuevas aventuras del Torete". Claro que la cosa tiene su explicación, y es que ¿avidinan ustedes de quién se afirma discípulo Mr. Mullan? Pues, tachán, del ínclito Ken Loach, de profesión el "cine social" (es decir, arriba parias de la tierra y tal). Así que lo que toca es hacer escarnio de la british society, escarbando en sus alcantarillas. Con todo, la cosa se tiene bien en pie hasta la primera media hora, apuntando incluso propuestas sugerentes. Pero ahí se le acaba la paciencia al Dire y, de la mano de una surrealista caída del héroe en el lado oscuro de la fuerza, la cosa enfila hacia una especie de tour de force dirigido a epatar al sufrido espectador con un campeonato de sordidez entre escenas, muy adornadas algunas, eso sí, con planos de los que hacen a uno irse a cama muy contento de lo artista que es (desde un pressing catch con Jesucristo hasta un paseo entre leones o el prota convertido en un Eduardo Manostijeras pasado de rosca).
Nada de eso ha impedido, claro, que la cosa haya sido premiadísima en el Festival de cine de San Sebastián, que, no contento con honrarla como la mejor película, ha juzgado oportuno con otorgar al prota (que no cambia de cara durante todo el metraje) el premio al mejor actor (el tipo aun debe estar alucinando). Pero, of course, todo sea por la justicia social, chicos, que en el fondo estos angelitos son como son por culpa de miserables burgueses como nosotros. Ay, Mullan, quien pudiera tener tu cuenta corriente y dedicarse así a filmar profundo cine social, como haces tú...
Pues bien, de un modo harto inexplicable, el amigo Peter Mullan decide liarse la manta a la cabeza y obsequiarnos con los desmanes de una banda de delincuentes juveniles de los 70...¡en el año 2.010!. Algo así como si a Eloy de la Iglesia (de seguir vivo) se le ocurriera lanzar el año que viene a la gran pantalla "Las nuevas aventuras del Torete". Claro que la cosa tiene su explicación, y es que ¿avidinan ustedes de quién se afirma discípulo Mr. Mullan? Pues, tachán, del ínclito Ken Loach, de profesión el "cine social" (es decir, arriba parias de la tierra y tal). Así que lo que toca es hacer escarnio de la british society, escarbando en sus alcantarillas. Con todo, la cosa se tiene bien en pie hasta la primera media hora, apuntando incluso propuestas sugerentes. Pero ahí se le acaba la paciencia al Dire y, de la mano de una surrealista caída del héroe en el lado oscuro de la fuerza, la cosa enfila hacia una especie de tour de force dirigido a epatar al sufrido espectador con un campeonato de sordidez entre escenas, muy adornadas algunas, eso sí, con planos de los que hacen a uno irse a cama muy contento de lo artista que es (desde un pressing catch con Jesucristo hasta un paseo entre leones o el prota convertido en un Eduardo Manostijeras pasado de rosca).
Nada de eso ha impedido, claro, que la cosa haya sido premiadísima en el Festival de cine de San Sebastián, que, no contento con honrarla como la mejor película, ha juzgado oportuno con otorgar al prota (que no cambia de cara durante todo el metraje) el premio al mejor actor (el tipo aun debe estar alucinando). Pero, of course, todo sea por la justicia social, chicos, que en el fondo estos angelitos son como son por culpa de miserables burgueses como nosotros. Ay, Mullan, quien pudiera tener tu cuenta corriente y dedicarse así a filmar profundo cine social, como haces tú...