sábado, 27 de diciembre de 2008

DEATH PROFF: CRÍA CUERVOS...


















Tras visionar "Death proof", último film de Quentin Tarantino, la memoria recrea de inmediato a aquel niño repelente cuyas carreras, berridos y cabriolas arruinaron la comida en nuestra restaurante favorito, bajo, of course, la mirada complacida de su papá y mamá. El diagnóstico de la escena es automático: años de reírle las gracias a la criatura tienen que culminar, por fuerza, en semejante resultado.

Tarantino ha sido el niño mimado del cine de los últimos quince o veinte años y, por ello, ha recorrido idéntico camino hasta llegar a "Death proof", una gamberrada en toda regla con la que el director se ríe en las barbas del público mientras le espeta un producto que avergonzaría hasta como proyecto de fin de curso. El guión (por llamarlo de algún modo) es lo de menos, un mero subterfugio para encubrir la auténtica historia que el film cuenta: la de un tipo encumbrado a icono de la modernidad (caso parecido a Almodovar) que muestra creer que todo le está permitido, vendiendo a 10 dolares la entrada un artículo de deshecho.

Tarantino agotó su corto discurso cinematográfico (un refrito de clichés de las series B y Z aderezado por la exhibión impúdica de su sadismo psicópata) con las hipervaloradas "Reservoir dogs" y "Pulp fiction", memamente ensalzadas por una crítica que vió en ellas la quintaesencia de lo "cool". Y, sin nada más que añadir, ha perseverado, bien parapetado tras la gloria inexplicablemente ganada, en sus sucesivas tomaduras de pelo hasta la traca final que constituye "Death proof".

Q.T. recrea la historia de aquel sujeto que enlató sus excrementos y los puso a la venta como "caca de artista": la de alguien cuyo ego se ha dejado medrar hasta permitirle creer que todo le está ya consentido . "Death proof" quiere ser, y es, la irrefutable prueba de ello. La carrera de Tarantino, en consecuencia, terminará (si lo hace) del mismo modo que los desmanes del niño malcriado que su última fechoría fílmica evoca: cuando, real o metafóricamente, alguien le cruce la cara para mostrarle que la broma ha terminado.

martes, 23 de diciembre de 2008

TRANSFORMERS: PARA NIÑOS SUBNORMALES, BACINILLAS CON PEDALES



















El tono grave y solemne de la crítica de "Diary of the dead" requiere de un saludable contrapunto. Y, a tal efecto, nada mejor que los "Transformers".

Antes de nada, aclaremos que, pese al título, la cinta no narra las desventuras de una banda de travelos. Los "transformers" son unos robots alienígenas que, para no dar mucho el cante, han desarrollado la capacidad de camuflarse como ingenios de la vida cotidiana: automóviles, aviones y demás. De modo que, ale hop, ahora soy robot, ahora soy la Thermomix. Pero, por supuesto tambien entre los "transformers" hay clases (los buenos y los malos). Y, juntados por el azar de los circunstancias en el planeta Tierra, ocupan su mucho tiempo libre en zurrarse incansablemente la badana.

Semejante mamarrachada fue base suficiente para que en los 80 se creara el comic (de éxito verdaderamente inexplicable y origen del inevitable merchandising muñequero) que en 2.007 se llevó a la gran pantalla. El nombre del director elegido para la faena (nunca mejor dicho)erizaba los cabellos del más pintado: MIchael Bay, el infame autor de engendros como "Dos policías rebeldes", "Pearl Harbor" o la inenarrable "Armageddon" (cuya factura, puesta en relación con su presupuesto, la sitúan, sin discusión, entre los mayores bodrios cinematográficos de todos los tiempos). Y el resultado estuvo a la altura de las peores previsiones.

El guión de "Transformers" cabría en el rincón limpio de una servilleta usada de bar, pues no es más que una rápida coartada para el despliegue de efectos visuales que agotan al film y (bien pronto)a quien tiene la mala suerte de visionarlo. Efectos que, todo hay que decirlo, resultan impresionantes, pero de no excesivo mérito, dada la millonada gastada en ponerlos a punto por la productora, el ejército americano y la General Motors (estos dos con obvios fines propagandísticos). "Transformers" es, en suma, una de esos proyectos sostenidos por la idea de que los espectadores pueden apagar el cerebro consciente al entrar en la sala y reducir el funcionamiento encefálico a la respuesta a estímulos sensoriales: tortazos, explosiones, guarreridas y similares. Con tales premisas, el film puede funcionar. Pero si, por un casual, el interruptor vuelve a "on", aunque sólo sea por un instante, aténgase usted al serio riesgo de convertirse en un "transformer", mutando en una bestia enfurecida que exige el pellejo del director.

domingo, 21 de diciembre de 2008

DIARY OF THE DEAD: ZOMBIES ANTE LA PEQUEÑA PANTALLA


















Quien husmee un poco por la red en busca de opiniones sobre la última cinta de George A. Romero (nombre de referencia del cine de terror contemporáneo y artífice del clásico "La noche de los muertos vivientes") topará con una generosa retahíla de críticas incendiarias. Lo cual es perfecto, pues el posterior visionado del film será viva prueba del no menos generoso número de tarugos metido a hacer crítica de cine y de la consecuente necesidad de aplicar un sano escepticismo a la lectura de sus escritos.

"Diary of the dead" narra la consabida invasión de muertos vivientes desde la perspectiva de un estudiante que, cámara al hombro, filma las peripecias del grupo que le acompaña en su intento de sobrevivir al ataque de los agresivos fiambres. Pero cada vez más cierto de su presunta misión de "contar la verdad" en imágenes, terminará por invertir su perspectiva de la situación: su propósito deja de ser la supervivencia para convertirse en la satisfacción del "derecho a saber" (los ojos le brillan cuando el ordenador muestra que son ya 75.000 los visitantes de su vídeo en la red). Es éste el que le lleva, hacia el final del metraje, a no interferir cuando uno de los caníbales se dispone a zampar a otra estudiante. La realidad, piensa, ha de mostrarse tal cual.

"Diary of the dead" es una excelente película de terror. Pero aquí el terror no procede de los infelices muertos vivientes (que caen como moscas), sino del atinado retrato patológico del mundo actual que la cinta traza. No son los zombies que persiguen torpemente a los protagonistas los que dan miedo, sino quienes se adivinan al otro lado de la pantalla: un ejército también adicto a la sangre, el sufrimiento y la muerte ajena, pero a través de la televisión o Internet. "Diary of the dead" muestra que quienes abrasan vagabundos para mostrar el resultado en youtube se limitan a saciar tal apetito y que su deshumanización es el resultado ntural de un proceso en el que la realidad termina por convertirse en el material previo al montaje. Un apetito, of course, alentado por el Estado, complacido en el espectáculo de masas idiotizadas y embrutecidas que, atentas a la pantalla, no plantean otro problema que el de cómo darles más.

"Diary of the dead" (que, aun no estrenada en España, puede bajarse subtitulada de la red) es, pues, una terrorífica película de zombies. Pero en el film los zombies no son los patéticos cadáveres andantes que asoman de cuando en cuando por el metraje, sino quienes saltan de web en web a la caza de su dosis diaria de truculencia y quienes pugnan por satisfacer su apetito aun al precio de su humanidad. Seguro que se habrá cruzado con unos cuantos al ir hoy a trabajar.

martes, 16 de diciembre de 2008

"ULTIMATUM A LA TERRA": CIENCIA-FICCIÓN PARA OLIGOFRÉNICOS



















Si es usted tonto, puede que "Ultimatum a La Tierra" le satisfaga. En caso contrario, el único ultimatum que tendrá en mente al terminar la proyección se dirigirá a la integridad física de su director.

"Ultimatum a La Tierra" es un remake del título homónimo de 1.952, film, por supuesto, totalmente indigerible para cualquier espectador actual, pero de lerdez disculpable por su época y su contexto. El artífice de esta segunda vuelta de tuerca, Scott Derrickson, se lanza, con el escaso legado de sus anteriores bodrios ("Hellraiser V" y "El exorcismo de Emily Rose") a recrear fielmente el original (total, 57 años no son nada). Y el resultado, al incorporar todos los tópicos de las películas de extraterrestres de las últimas seis décadas, desfila ante la mirada del espectador como un cansino ritual, cuyo desenlace se adivina ya desde su mismo inicio. Y si a ello añadimos un desastroso guión, con más agujeros que un queso gruyere acribillado a balazos, y un indigente despliegue de efectos visuales, el efecto es, of course, demoledor.

Keanu Reeves (que no debió leer el guión, creyéndolo la cuarta parte de Matrix), hace otra vez de Neo (hasta se viste igual), mostrando, como es habitual, un registro actoral equiparable al de Chuck Norris, y, con ello, estar aun lejos de alcanzar su clímax como antiactor. Jennifer Connelly vuelve, por su parte, a interpretar (¡de nuevo!) a una neurasténica metida en fregados que le vienen grandes. Pero lo peor del reparto es, sin duda, el insoportable Jade Smith (hijo de Will, el "Príncipe de Bel Air"), arquetipo de niño repipi y malcriado que, lejos de ser rápidamente desintegrado por algún arma alienígena, como el espectador anhela desde que aparece en escena, ocupa minutos y minutos de metraje con su insoportable presencia, incrementando el ya de por sí considerable nivel de irritación.

Si le gustó "Independence day", le gustará "Ultimatum a La Tierra" y se hará así evidente que es usted tonto. Pero no se deprima. En los tiempos que corren, ya tiene, por esa sola rázón, un buen trecho andado para hacer carrera política. Así que muéstrese en público tal cual es, sin complejos, y una Subdirección General puede estarle esperando a la vuelta de la esquina.

lunes, 15 de diciembre de 2008

EL CINE, SEGÚN DEEP



















Se inicia en este preciso instante la serie periodística que marcará un antes y un después en la historia de la crítica cinematográfica. Temblad, pedantes, falsarios, afectados y demás fauna cinéfila, porque el mismísimo Deep va a abrir los ojos al hombre de la calle y a rasgar ante ellos el velo de impostura que cubre vuestra vacua y cansina palabrería. El imperio que habéis forjado toca a su fin y los falsos ídolos que habéis eregido van a ser derruidos sin compasión para que otros ocupen su lugar en esta nueva era: el cubo, el Decano, el Dr. Orloff, Cagliostro...

Empecemos, pues.