Tras ver "The wrestler", uno, no importa lo llena que la sala haya estado, se queda a solas con las imágenes legadas por un demoledor retrato del arquetipo de quien, en su periplo por la vida, no ha sabido o no ha podido cambiar a tiempo de estación. "The wrestler" es una crónica de decadencia, soledad y amargura, pero también de la dignidad del caído. Mickey Rourke encarna el papel de su vida interpretándose a sí mismo y hace así nacer a una de esas gigantescas figuras que serán recordadas como un nuevo icono. Visionado el film, es patente que una ceremonia de los Oscar que no cuenta con él entre sus candidatos se halla, ya de partida, inevitablemente devaluada.
Y si el desenlace de la cinta le produce la impresión de una historia inconclusa, se equivoca. Porque cuando la pantalla se funde a negro el relato ya ha terminado. Sabemos que The Wrestler ha ganado su último combate en el ring y que ha perdido, aunque de modo magnífico y emocionante, el último aalto con la vida.
Y si el desenlace de la cinta le produce la impresión de una historia inconclusa, se equivoca. Porque cuando la pantalla se funde a negro el relato ya ha terminado. Sabemos que The Wrestler ha ganado su último combate en el ring y que ha perdido, aunque de modo magnífico y emocionante, el último aalto con la vida.