Quienes crecimos leyendo comics de superhéroes tendríamos, sobre el papel, que llevar años con una sonrisa de oreja a oreja ante la proliferación de sus adaptaciones a la gran pantalla. Obviamente no es así. Con muy contadas excepciones, el proceso ha deparado chasco tras chasco, con la subsiguiente frustración de las expectativas creadas.
"X-Men orígenes: Lobezno" se suma al carro: un director incompetente, un guión insolvente y una lacerante escasez de medios se unen para dar a luz un producto insípido y anodino, que, queriendo ser muchas cosas, termina por no ser ninguna, dejando al respetable frío como el hielo. Una única escena (la final, en la que han debido empeñar la mitad de todo el presupuesto) puede salvarse de un metraje que, en lo demás, oscila entre lo fallido y lo patético (caso del acogimiento del superhéroe como osito de peluche por un par de venerables ancianos).
Garra es, pues, lo que (en una divertida paradoja) le falta a la película del superhéroe de las garras. Y tal carencia, a modo de compensación, va a poner a sus fans auténticamente de uñas.