El cine de zombies, obediente al mandato bíblico, nació y se multiplicó. Así que tras el parto (a cargo de papá George A. Romero), la criatura proliferó y dio origen a obras notables, desopilantes desmadres (viene de inmediato a la memoria toda la zombiexplotation italiana de los 80) y, finalmente, a una cansina retahíla de monótonas carnicerías que amenazaba con ahuyentar hasta a los más devotos del género. Y en esto llegan al rescate Max Brooks, poniendo en pie todo un universo que encuadra y da coherencia al conjunto, y Marc Foster, ofreciendo un film que da (por fin) un paso adelante, deja de lado el consabido festival gore y ofrece un gran espectáculo de acción que adentra al subgénero en una nueva era. Uniendo talento y medios, Guerra Mundial Z no defraudará ni a los zombie-fans (salvo que sean adictos a las vísceras, en cuyo caso lo que necesitan no es un cine, sino un psiquiatra) ni a quien se acerque a una sala de proyección buscando, sencillamente, un par de horas de buena diversión.
Bravo por esta nueva guerra mundial, que el film no hace más que iniciar (buena noticia) y que promete deparar satisfacciones en el futuro a condición de mantener el pabellón al mismo nivel. Entre tanto, hagan acopio de provisiones y prepárense a resistir, amigos, que la invasión va para largo y estos zombies no se paran en barras.