Si Mr. Ridley Scott, creador de "Alien", estrena la que dice precuela de hito tan fundamental del cine fantástico, hay que prestar atención. Aunque, eso sí, con la cautela debida, pues el artífice del octavo pasajero lo es también de bodrios como "La Teniente O'Neill" y nunca ha vuelto a rozar las alturas de aquella epopeya espacial. La grandilocuencia de los propósitos anunciados para el film aumenta, con todo, y mucho, las expectativas. Y así es como se cocina el chasco.
"Prometheus" consta de un guión deshilachado, con más agujeros que un queso gruyere, y tan plagado de trampas que se desliza de inmediato hacia el terreno de la farsa prefabricada para hacer taquilla. Nada, salvo el despliegue audiovisual, está a la altura. Hasta con casquería gratuita se nos obsequia, a falta de reclamo mejor. Ni por un momento se consigue, en suma, hacer creer al espectador que cuanto aparece en pantalla tiene viso alguno de verosimilitud. El resultado: un bluff de un director en evidente decadencia y que ya sólo vive de glorias pasadas, al modo de Spielberg y alguna que otra pieza de museo más.
Así que "Prometheus" promete lo que no da. Pero esto sólo lo averiguaremos cuando ya hemos aflojado la pasta, pasando por taquilla. Con tales mimbres, parece evidente que el amigo Ridley debería dejar lo del cine y meterse en lo que de verdad casa con semejantes procedimientos: la conquista de la White House, empeño en el que los chascos se dan ya por descontados de partida.