La saga de Bourne, que se cuenta entre lo más brillante del cine de acción de este siglo, se apuntó el mérito de demostrar que adrenalina y correcto funcionamiento neuronal no son términos antitéticos: el virtuosismo de la acción y la inteligencia del guión van, con Bourne, de la mano. Por eso, concluida la trilogía, difícil era evitar que su éxito la prolongara en nuevas secuelas, cuyo primer exponente tenemos ya en la cartelera, con propósito, confeso en su propio título, de colgar del cordón umbilical de sus precedesoras.
Pero, cambiado el director, guionista y protagonista, el resultado, como era previsible, no está a la altura de la matriz. Todo baja un par de peldaños para situar el film en un producto digno, pero alejado de la excelencia, que termina por perderse en los tópicos al uso del género. "El legado..." no aburre, dicho sea en su favor, pero ahí termina su mayor mérito. Así que más que un legado lo que topamos es una herencia, claramente empobrecida, del rico hacendado que la hizo nacer. Y que, favorecida por la taquilla, no lo duden, continuará.