El cine no sólo es cuestión de gustos. Aborrecer la propaganda bolchevique no equivale a condenar "El Acorazado Potemkin" al cubo de la basura. Y por eso, por encima de filias y de fobias, la primera entrega de "Torrente" debe catalogarse entre lo más brilante, creativamente, parido por el cine español en las últimas décadas. Un sólo hombre (Segura) idea un personaje y un universo sobre el inclemente pisotón al buen gusto y la corrección política e invita al espectador a desternillarse en la oscuridad de la sala de lo que fuera de ella le toca denostar. La chispa y la imaginación de la primera película, que roza lo genial, se desinfla, sin embargo, poco a poco en las siguientes entregas hasta llegar a este cuarto capítulo, que marca ya la definitiva decadencia de una saga que sólo sobrevive gracias a la enésima repetición de gags más que recocinados. Pero si algo lastra el film hasta hacerlo naufragar es el lugarteniente de Segura, que, acompañado de tres actores geniales en las películas previas: Javier Cámara, Gabino Diego y Javier Gutiérrez (de lejos, lo mejor de la tercera), ha preferido hacerse aquí acompañar de "Paquirrín", que pone al guinda al cansino desfile de cameos que agotan casi todo el metraje luciendo oligofrenia a discrección.
Todo ello, naturalmente, sin perjuicio de una recaudación record que augura, y casi asegura, una quinta entrega que quienes disfrutamos como enanos viendo nacer al personaje no nos atrevemos siquiera a imaginar.
Todo ello, naturalmente, sin perjuicio de una recaudación record que augura, y casi asegura, una quinta entrega que quienes disfrutamos como enanos viendo nacer al personaje no nos atrevemos siquiera a imaginar.