Tras visionar "Carne de neón", uno puede imaginarse al Director, un tal Paco Cabezas (puro glamour de Hollywood, como se ve, el nombrecito), babeando ante "Snatch, cerdos y diamantes", "Trainsponting" o "Ases calientes" o "Rockanrolla" y prometiéndose a sí mismo que un día haría algo igualito. Y, voila, aquí está el resultado, que, efectivamente, es un clon de los films de Ritchie (al que se plagia sin complejos) con unas gotitas de los restantes. Una historia coral, pues, poblada por gangsters, chorizos, granujas, proxenetas y fulanas vagando por los bajos fondos. Pero, claro, y ahí está la gran diferencia, todo ello condimentado con una pequeña fracción del talento y los medios de sus películas-guía. El producto global es, como consecuencia, parecido al intento de fabricar un Fórmula 1 maqueando un Seat León; algo que transita en la delgada línea que separa lo voluntarioso de lo patético. Ahora bien, en algo sí aventaja este remedo a sus modelos. En truculencia y sodidez. Pues, sin duda consciente de que sus aptitudes de cineasta no daban para impresionar demasiado el personal, el amigo Cabezas opta finalmente por la calle de en medio y antes de dejar fría a la parroquia resuelve epatarla a base de sangre y brutalidad. Pura, en realidad, confesión de impotencia. Querer y no poder es, pues, la historia de esta cinta que, con aspiraciones de Filet Mignon, termina en zorza con patatas. Pero paga, por supuesto, el ICO y demás "capitalistas" de rigor. Esos sí son de carne de neón a palo seco.
miércoles, 2 de febrero de 2011
CARNE DE NEÓN: QUERER Y NO PODER
Tras visionar "Carne de neón", uno puede imaginarse al Director, un tal Paco Cabezas (puro glamour de Hollywood, como se ve, el nombrecito), babeando ante "Snatch, cerdos y diamantes", "Trainsponting" o "Ases calientes" o "Rockanrolla" y prometiéndose a sí mismo que un día haría algo igualito. Y, voila, aquí está el resultado, que, efectivamente, es un clon de los films de Ritchie (al que se plagia sin complejos) con unas gotitas de los restantes. Una historia coral, pues, poblada por gangsters, chorizos, granujas, proxenetas y fulanas vagando por los bajos fondos. Pero, claro, y ahí está la gran diferencia, todo ello condimentado con una pequeña fracción del talento y los medios de sus películas-guía. El producto global es, como consecuencia, parecido al intento de fabricar un Fórmula 1 maqueando un Seat León; algo que transita en la delgada línea que separa lo voluntarioso de lo patético. Ahora bien, en algo sí aventaja este remedo a sus modelos. En truculencia y sodidez. Pues, sin duda consciente de que sus aptitudes de cineasta no daban para impresionar demasiado el personal, el amigo Cabezas opta finalmente por la calle de en medio y antes de dejar fría a la parroquia resuelve epatarla a base de sangre y brutalidad. Pura, en realidad, confesión de impotencia. Querer y no poder es, pues, la historia de esta cinta que, con aspiraciones de Filet Mignon, termina en zorza con patatas. Pero paga, por supuesto, el ICO y demás "capitalistas" de rigor. Esos sí son de carne de neón a palo seco.