
"Teniente corrupto", remake del clásico filmado por el siempre excesivo Abel Ferrara en los 90, es un completo y risible fiasco, un producto que averguenza a quien lo contempla y que debería avergonzar a quien lo ha perpetrado. Un film que, a la postre, termina por devenir parodia del original y que incita al respetable a pedir la hora apenas alcanzada media hora de metraje.
Pero lo increíble es que este despropósito lleva la firma de Werner Herzog. La misma de "Aguirre", "Nosferatu" o "Firritzcaldo". Así que lo único que se revela realmente corrupto aquí es el talento de Herzog, que parece haber iniciado una cuesta abajo sin frenos cuyo final, dado semejante principio, no resulta sencillo imaginar. A poco, pues, que estime usted al cineasta germano, aléjese de este engendro como de la peste, evitando que su visión arruine irremisiblemente cualquier buen recuerdo.