viernes, 22 de febrero de 2013

THE MASTER: MASTER DEL COÑAZO
















Que los actores luzcan bien en una película es (qué duda cabe) cuestión que mejora el resultado final. Pero hacer una película con el exclusivo objeto de lucir a sus protas es ya otra cosa. Y, en el caso de "The Master", una cosa terrible, porque el amigo Paul Thomas Anderson ha fabricado, sin otro propósito que dar cancha a los señores Phoenix y Hoffman, un tremendo pestiño, capaz de dormir al más pintado. El guión de este invento tiene un interés fácilmente cuantificable: cero. Y es que las anodinas chorradas del líder de una secta de retrasados mentales no dan para más cuando uno se pone trascendente (cosa distinta sería si la cosa tirase hacia la comedia). Pero es que, por si no fuera bastante, ni Phoenix ni Hoffman lucen como para tirar cohetes. El primero hace su papel de siempre, es decir, desequilibrado emocional pasado de vueltas. Y el segundo, lo mismo, con la mitad del metraje poniendo la sonrisa cínica que es marca de la casa, pero que ya está muy vista, hijo mío. 

Sólo recomendable para graves problemas de insomnio o para unirse al coro de necios que no se cansar de cantar sus excelencias, en plan entendidos. 

LA NOCHE MÁS OSCURA: ASUNTO NADA CLARO



















Si el anterior film de Ms. Kathryn Bigelow (la increíblemente oscarizada "En tierra hostil") dejaba frío, su narración fílmica de la caza y captura de Bin Laden sigue idéntica estela. En un tono documental que contribuye a aumentar la asepsia (en el mal sentido) con que discurre el invento, la ex de James Cameron nos cuenta una historia que nunca termina de enganchar, de emocionar ni de implicar al respetable, que abandonará la sala como quién ha asistido a una clase de anatomía. 

Nada especialmente remarcable (ni por lo bueno ni por lo malo) puede, en suma, decirse de este gris relato, que, por no inspirar, ni siquiera lo hace con esta crónica. Así que si no es ésta la hora más oscura de este blog, cerca le anda, por cortesía de este gran muermo.