
Es obvio que el propósito de Avatar es marcar un hito, mostrando a todo el mundo las potencialidades de la combinación de la síntesis de imágenes por ordenador y del 3D. El resultado está a la altura de las expectativas y constituye una de esos momentos que serán retenidos como punto de inflexión en la técnica de rodar imágenes en movimiento, equiparable al estreno de Star Wars. No dejen, pues, de perderse este increíble espectáculo visual en gran pantalla y formato 3D.
Claro que en tal propósito estriba, precisamente, el problema: un film que pueda ser visto por todo el mundo requiere de un guión para todos los públicos. Así que los apabullantes medios de Avatar quedan, a la postre, al servicio de una historia infantil de mínimo empaque. Es el peaje a pagar por disfrutar de un film que constituye un hito técnico, pero nada más.