
"Agora" debe ser saludada, sin matices, como una valiente y saludabilísima apuesta cinematográfica. Amenábar (de largo, el mejor cineasta español; no hagan comparaciones, por odiosas, con el insufrible Almodóvar) se atreve con un punto de partida de interés casi marginal para proponer una reflexión de amplio alcance sobre la capacidad alienante de las ideologías (aquí representadas por un cristianismo incipiente) a través de una historia llevada con oficio y rigor hasta su desenlace. Aunque hay un "pero", la frialdad del film, que hace que uno mire sin sentir ni padecer. En todo caso, una objeción que no empaña el enorme mérito de llevar a la pantalla asuntos que, de bullir más en la cabeza del respetable, purgarían este valle de lágrimas de algunas de sus peores desgracias.