
Si es usted tonto, puede que "Ultimatum a La Tierra" le satisfaga. En caso contrario, el único ultimatum que tendrá en mente al terminar la proyección se dirigirá a la integridad física de su director.
"Ultimatum a La Tierra" es un remake del título homónimo de 1.952, film, por supuesto, totalmente indigerible para cualquier espectador actual, pero de lerdez disculpable por su época y su contexto. El artífice de esta segunda vuelta de tuerca, Scott Derrickson, se lanza, con el escaso legado de sus anteriores bodrios ("Hellraiser V" y "El exorcismo de Emily Rose") a recrear fielmente el original (total, 57 años no son nada). Y el resultado, al incorporar todos los tópicos de las películas de extraterrestres de las últimas seis décadas, desfila ante la mirada del espectador como un cansino ritual, cuyo desenlace se adivina ya desde su mismo inicio. Y si a ello añadimos un desastroso guión, con más agujeros que un queso gruyere acribillado a balazos, y un indigente despliegue de efectos visuales, el efecto es, of course, demoledor.
Keanu Reeves (que no debió leer el guión, creyéndolo la cuarta parte de Matrix), hace otra vez de Neo (hasta se viste igual), mostrando, como es habitual, un registro actoral equiparable al de Chuck Norris, y, con ello, estar aun lejos de alcanzar su clímax como antiactor. Jennifer Connelly vuelve, por su parte, a interpretar (¡de nuevo!) a una neurasténica metida en fregados que le vienen grandes. Pero lo peor del reparto es, sin duda, el insoportable Jade Smith (hijo de Will, el "Príncipe de Bel Air"), arquetipo de niño repipi y malcriado que, lejos de ser rápidamente desintegrado por algún arma alienígena, como el espectador anhela desde que aparece en escena, ocupa minutos y minutos de metraje con su insoportable presencia, incrementando el ya de por sí considerable nivel de irritación.
Si le gustó "Independence day", le gustará "Ultimatum a La Tierra" y se hará así evidente que es usted tonto. Pero no se deprima. En los tiempos que corren, ya tiene, por esa sola rázón, un buen trecho andado para hacer carrera política. Así que muéstrese en público tal cual es, sin complejos, y una Subdirección General puede estarle esperando a la vuelta de la esquina.
"Ultimatum a La Tierra" es un remake del título homónimo de 1.952, film, por supuesto, totalmente indigerible para cualquier espectador actual, pero de lerdez disculpable por su época y su contexto. El artífice de esta segunda vuelta de tuerca, Scott Derrickson, se lanza, con el escaso legado de sus anteriores bodrios ("Hellraiser V" y "El exorcismo de Emily Rose") a recrear fielmente el original (total, 57 años no son nada). Y el resultado, al incorporar todos los tópicos de las películas de extraterrestres de las últimas seis décadas, desfila ante la mirada del espectador como un cansino ritual, cuyo desenlace se adivina ya desde su mismo inicio. Y si a ello añadimos un desastroso guión, con más agujeros que un queso gruyere acribillado a balazos, y un indigente despliegue de efectos visuales, el efecto es, of course, demoledor.
Keanu Reeves (que no debió leer el guión, creyéndolo la cuarta parte de Matrix), hace otra vez de Neo (hasta se viste igual), mostrando, como es habitual, un registro actoral equiparable al de Chuck Norris, y, con ello, estar aun lejos de alcanzar su clímax como antiactor. Jennifer Connelly vuelve, por su parte, a interpretar (¡de nuevo!) a una neurasténica metida en fregados que le vienen grandes. Pero lo peor del reparto es, sin duda, el insoportable Jade Smith (hijo de Will, el "Príncipe de Bel Air"), arquetipo de niño repipi y malcriado que, lejos de ser rápidamente desintegrado por algún arma alienígena, como el espectador anhela desde que aparece en escena, ocupa minutos y minutos de metraje con su insoportable presencia, incrementando el ya de por sí considerable nivel de irritación.
Si le gustó "Independence day", le gustará "Ultimatum a La Tierra" y se hará así evidente que es usted tonto. Pero no se deprima. En los tiempos que corren, ya tiene, por esa sola rázón, un buen trecho andado para hacer carrera política. Así que muéstrese en público tal cual es, sin complejos, y una Subdirección General puede estarle esperando a la vuelta de la esquina.