La tercera entrega de la saga Bond desde que Daniel Craig se pusiera en la piel de 007 era esperada con notable expectación, ante todo, por la identidad de su artífice: nada menos que Mr. Sam Mendes. Tras la magnífica "Cassino Royale", la segunda cinta con Craig, "Quantum of solace", había dejado al respetable con la idea de que este Bond no era Bond, sino un macarra fuera de punto usurpando su identidad. Así que Mendes debía ahora sacarnos de dudas sobre la dirección que tomaban sus aventuras, aunque, eso sí, bajo los malos augurios de una crítica rendida a sus encantos.
Pues bien, resulta que la dirección de su antecesora es, por desgracia, la correcta. Lo que supone, automáticamente, que mal vamos. Porque a Bond pueden ponerse los matices que uno quiera, pero no hacer de él un sujeto decrépito y alcoholizado que hasta insinúa experiencias gay al servicio de Su Majestad. Ese tipo puede ser lo que se quiera, pero no es James Bond, del mismo modo que Torrente no puede ser un CSI. Ahora que si travestimos al personaje para contar una gran historia, a lo mejor hasta perdonamos la osadía. Pero va a ser que no. El guión de Skyfall tiene más agujeros que un queso gruyere con polillas.Ilógico, improvisado, malo de solemnidad.
¿Un gran director y medios en abundancia y sale esto? ¿Qué ha pasado aquí? Pues muy fácil. Mendes puede ser un creador de primera, pero aquí mea fuera del tiesto. Una película de 007 no es para gente como el amigo Sam, artífices de "cine de autor". La inevitable consecuencia de tan insensata mezcla es la-mirada-nunca-vista-sobre-James-Bond, con el resultado de una pasada de frenada en toda regla que, en su intento de reescribir al agente secreto, nos entrega un pastiche irreconocible sazonado con un guión infumable.
So Bond has falled muy bajo con Skyfall, demostrando, una vez más, que zapatero a tus zapatos. A buscar, pues, un nuevo director que no se nos ponga tan estupendo, chicos. A escribir una historia que no se deshilache sólo con soplar. Y quien sabe si a jubilar a Mr. Craig, que sale del fracaso más tocado que una caja bancarizada luego de una auditoría.