
Al terminar la experiencia, difícilmente soportable, de visionar el engendro que hoy ocupa el blog, un espectador medianamente consciente topará sus pelos erizados como escarpias. Y ello por dos razones.
La primera es comprobar que la industria del cine español se halla encabezada por un enfermo mental. Y es que sólo una aguda psicopatología puede explicar que alguien encuentre gratificante rodar las imágenes que conforman este desvarío, que carece de algo discernible como guión y se circunscribe a recrearse en el sadismo más grotesco, en la estupidez más demencial y en la brutalidad más absurda. Todo ello generosamente sazonado, por si no bastara, con los tópicos que alimentan intelectualmente (por decir algo) a la "intelligentsia" del cine español: Franco, la Guerra Civil, la Iglesia y demás panoplia.
Pero la segunda razón para el espanto no es menor: el visionado de esta deposición muestra con total crudeza en qué se gastan los impuestos con que usted, ciudadano de a pié, da de comer al Estado. Pues esta aberración ha sido, sí, puesta en pie con los dineros regalados por el ICO, Ministerio del ramo y demás donantes de rigor.
Terminada la proyección resulta evidente que el Director de la "obra" se ha cagado (no otra forma hay de expresarlo) en el respetable durante casi dos horas, arrojándole a la cara el montón de basura que alimenta una psique podrida por una mezcla de impulsos psicópatas y complejos infantiles irresueltos. En lugar de una inmediata visita al psiquiatra, De la Iglesia ha preferido escupir a la cara de quien haya tenido al mala idea de pagar por ver este engendro. Por eso, si al terminar la proyección se siente usted dominado por el asco, la rabia y la verguenza, no se preocupe: es un sanísimo signo de que aun mantiene un razonable grado de cordura. La que puede perder si se para a pensar que el dinero de sus impuestos seguirá nutriendo a gente como "Alex".
La primera es comprobar que la industria del cine español se halla encabezada por un enfermo mental. Y es que sólo una aguda psicopatología puede explicar que alguien encuentre gratificante rodar las imágenes que conforman este desvarío, que carece de algo discernible como guión y se circunscribe a recrearse en el sadismo más grotesco, en la estupidez más demencial y en la brutalidad más absurda. Todo ello generosamente sazonado, por si no bastara, con los tópicos que alimentan intelectualmente (por decir algo) a la "intelligentsia" del cine español: Franco, la Guerra Civil, la Iglesia y demás panoplia.
Pero la segunda razón para el espanto no es menor: el visionado de esta deposición muestra con total crudeza en qué se gastan los impuestos con que usted, ciudadano de a pié, da de comer al Estado. Pues esta aberración ha sido, sí, puesta en pie con los dineros regalados por el ICO, Ministerio del ramo y demás donantes de rigor.
Terminada la proyección resulta evidente que el Director de la "obra" se ha cagado (no otra forma hay de expresarlo) en el respetable durante casi dos horas, arrojándole a la cara el montón de basura que alimenta una psique podrida por una mezcla de impulsos psicópatas y complejos infantiles irresueltos. En lugar de una inmediata visita al psiquiatra, De la Iglesia ha preferido escupir a la cara de quien haya tenido al mala idea de pagar por ver este engendro. Por eso, si al terminar la proyección se siente usted dominado por el asco, la rabia y la verguenza, no se preocupe: es un sanísimo signo de que aun mantiene un razonable grado de cordura. La que puede perder si se para a pensar que el dinero de sus impuestos seguirá nutriendo a gente como "Alex".