jueves, 19 de marzo de 2009

GRAN TORINO: ESO, QUE GRANDE SOY...





















Hijos míos, confieso que he pecado. El propósito de Deep de alejarse de cualquier sala que proyectase el último film de Clint Eastwood fue finalmente quebrantado por motivos que no viene al caso relatar. Hágase, pues, de la necesidad, virtud y manos a la crónica.

"Gran Torino" es el enésimo homenaje de Eastwood a sí mismo. De nuevo, pues, podrán ustedes deslumbrarse con los titánicos valores del heroico protagonista en el que el amigo Clint se proyecta ante el respetable. Esta vez el ex-cowboy resulta ser una especie de Martínez el Facha que (¡oh, sorpresa!) termina por revelarse como un buenazo dedicado a redimir sus cacerías de chinos en Corea con la asunción de oficio (y sin control judicial) de la tutela de un teen oriental. El guión parece recién salido de un telefilme de Antena 3, pero, como siempre, Eastwood corta de raíz semejante tufillo con unas cuantas frases sentenciosas que, presuntamente, esconden profundas reflexiones sonre la vida y la muerta, ahí es ná.

El film se salva, más que nada, en su vertiente de comedia, abandonada la cual se desliza hacia el más que previsible nudo y desenlace de una historia primaria, lineal y ya contada mil veces. A destacar, como siempre, la interpretación de Eastwood, que ocasionalmente frunce el ceño para mostrar que se ha enfadado. ¿Para cuando un duelo interpretativo con Chuck Norris, clama la afición?. "Walker, Texas Ranger" espera su traslación a la gran pantalla, Clint, anímate y palabrita del niño Jesús que voy a todas las sesiones.