Quien piense que lo de cortar y pegar es cosa exclusiva de la redacción de textos por ordenador tendrá ocasión de desengañarse sin más que asistir a un pase de "Super 8", producto de J.J. Abrahams (artífice de pestiños para TV como "Fringe" o "Lost"), cuyo principal rasgo es la carecencia de una sola idea original. Durante unas dos horas, el amigo Abrahams se limita a pasar por la licuadora Moulinex a ET, Cloverfield ("Monstruoso", por estas latitudes), Los Goonies y "Signals" y le sale esto, una nadería construida sobre el plagio de ideas ajenas. El chasco es más morrocotudo desde el momento en que el film había sido encumbrado por la crítica a la categoría de hallazgo cinematográfico del año. Pues va a ser que no. De hecho, lo mejor del metraje aparece en los títulos de crédito, cuando se nos muestra la peliculilla en super 8 (de ahí el título) que la chavalada protagonista se proponía filmar cuando se arma la de San Quintín, con lo que todo queda ya dicho.
Abrahams, vil oportunista a la caza de un taquillazo, pretende jugar con la nostalgia de quiénes cuando chavales disfrutaron de las películas que ahora plagia. Pero para esa haría falta un oficio del que este mercenario de lo audiovisual, patentemente, carece. Así que de "súper", nada. Resta el 8, número mínimo de veces en que el espectador renegará del engendro al abandonar la sala de proyección
Abrahams, vil oportunista a la caza de un taquillazo, pretende jugar con la nostalgia de quiénes cuando chavales disfrutaron de las películas que ahora plagia. Pero para esa haría falta un oficio del que este mercenario de lo audiovisual, patentemente, carece. Así que de "súper", nada. Resta el 8, número mínimo de veces en que el espectador renegará del engendro al abandonar la sala de proyección